Mira que son buenos los británicos para versionar su propia historia, cuando no para inventársela por completo. Al menos, la serie que adapta el libro de Ben Macyntire se cura en salud y te dice antes de los créditos que lo que vas a ver se basa en hechos históricos, pero que, ojo, no es una lección de historia.
Sabido esto, la serie nos invita al momento álgido de la campaña africana de la Segunda Guerra Mundial, allá por 1941, en la que los alemanes no dejaban de poner en apuros a los Aliados, especialmente gracias a su superioridad aérea. La realidad del teatro de operaciones dictaba la necesidad de un enfoque heterodoxo para girar las tornas. Esto es interesante, porque si había en aquella época un ejército con una doctrina inflexible, ese era el británico. La necesidad de emprender una guerra asimétrica con operaciones de guerrilla tras las líneas enemigas chocaba directamente con lo que los mandos del Estado Mayor estaban dispuestos a acometer, mayormente porque venían de una época que nada tenía que ver con los avances tecnológicos que se produjeron en esta guerra.
David Stirling, oficial y aristócrata, aunque bastante heterodoxo y algo alérgico a las convenciones, tuvo esta visión y decidió ponerla en práctica. Sabiendo que para desestabilizar el frente necesitaba correr unos riesgos inéditos, decidió rodearse de una serie de individuos que podrían catalogarse de dementes inadaptados con muchas ganas de matar alemanes. Así nació, prácticamente en la clandestinidad de los cuarteles británicos en Egipto, el SAS (Special Air Service).
Y esta es la materia prima de la que se nutre Los hombres del SAS. La primera temporada de la serie se nos presenta como un viaje por una montaña rusa bélica llena de humor negro, sarcasmo, gamberradas y todo lo políticamente incorrecto que te puedas llevar a la cara. Con un estilo que recuerda poderosamente al de Guy Ritchie, lleva de la mano con un ritmo endiablado por las improvisaciones y casualidades que forjaron la identidad de uno de los servicios de fuerzas especiales más emblemáticos de la historia (vigente en nuestros días). Sus primeras operaciones, a caballo entre el suicidio y un parque de bolas para psicópatas donde matar nazis a placer, se nos muestran en una producción que no escatima medios y sabe reírse de sí misma. Poco a poco, a medida que los locos del SAS van cosechando éxitos, se ve cómo hasta el propio Churchill entra en escena para animar extraoficialmente a los que ya sabe que le brindarán la victoria en el frente del norte de África.
La segunda temporada, eso sí, opta por un tono un poco más sarcástico que gamberro, ahondando en el desgaste de haber pasado de ser unos locos que ganan operaciones en la casi clandestinidad a ser el mascarón de proa en la campaña italiana, con el desgaste de moral y vidas que ello implica. También es una de las pocas producciones que habla abiertamente de la colaboración entre los Aliados y la mafia italiana para derrocar a los fascistas, cosa de la que se habla poco en el cine y las series.
Series como esta da arreglan una tarde. Además de divertidas, te enseñan un poco de historia, y vistos los tiempos que corren, bien está, aunque ella misma te insista que no es un manual fiable. Actualmente está disponible en Prime Video.

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