Amanecer Rojo, este primer volumen de trilogía (Hijo Dorado, Mañana Azul), escrito por Pierce Brown, cumplía cada uno de los epígrafes y allá que me lancé. Una buena historia de sublevación contra el yugo impuesto siempre es buen negocio. Si es en el espacio y es más ficción que ciencia, más de lo mismo. El caso es que, cuando seguí leyendo me acojoné.
Resulta que Amanecer Rojo sigue la fórmula de novela de academia, cosa que está tan de moda y va tan rápido que cuando quiera parar se va a pasar de frenada y acabará con la cabeza metida en su propio trasero. Vencí mis miedos, y no porque sea especialmente tozudo a la hora de leer libros aburridos, sino porque la prosa de este libro es pura droga.
Es innegable que Brown escribe con garra afilada, y toda la intención, tirándote a la cara construcciones dialécticas solventes y frases lapidarias con una cadencia más que ajustada. Nos es plano, escribe con toda la intención y el poderío, pero con el gramaje justo como para no llegar a la épica cuando no es necesario y evocar imágenes apabullantes cuando sí lo es. Vaya, parece que sí que me estaba gustando a pesar de estar protagonizado por una pandilla de tardoadolescentes lanzados a una lucha de clanes a la intemperie de un Marte terraformado. No ahondaré en la sinopsis porque para eso está internet.
Pero sí diré que el worldbuilding de esta saga es una pasada. Lo primero es que no es de esos que te sueltan una chapa al principio o te mancha la narración con un montón de pasajes de información canónica que te saca de la historia con propósitos informativos. Brown es un genio a la hora de ir insinuando, dejando caer, mostrando veladamente y apostillando su propia creación. Una alusión aquí, un bosquejo allá y ha conseguido que te hagas una idea de lo que él quiere que te hagas una idea. Ni más, ni menos. Todas las piezas de esta Space Opera encajan a la perfección, y sientes constantemente que hay mucho más detrás de lo que te dejan ver. Desde el orden social hasta la tecnología que se maneja; las armas, la vida cotidiana, las ciudades, los mundos... ¿Cómo reducir esta obra a un simple género academia? Es mucho más que eso. Y en cuanto lo comprobé, se me pasó el acojono.
Los personajes son clichés revestidos de carisma propio. Cada uno ocupa un rol específico: el compañero fiel, el mentor arisco, el rival encantador, la cómplice recia..., pero el autor les ha imbuido del carácter y las peculiaridades justas y necesarias para que te identifiques con todos ellos y estés deseando seguir sus pasos. Son ellos, recorriendo el mundo que tan hábilmente ha creado Brown, los que hacen que te comas las páginas y no puedas parar hasta saber qué ocurre tras el enésimo cliffhanger.
El problema de la saga de Amanecer Rojo es que Brown, a pesar de no escatimar en crueldad y pérdida y poner a sus personajes al límite, está tan enamorado de ellos que siempre resuelve las situaciones imposibles con un giro tan conveniente como casi forzado. Huele a deus ex machina, pero se lo perdonas por lo bien que te lo estás pasando en esa montaña rusa de misterios e intrigas futuristas. Qué quieres que te diga, si todo lo hace resultón, que un giro de timón un poco brusco no te amargue la experiencia. A mí, desde luego, me ha alegrado las semanas que he pasado con esta obra y seguiré con la segunda trilogía.

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